Saturday, October 20, 2018

Orlando Vicente· Recién llegado yo de Cuba hace tantos años y trabajando en un hotel familiar donde a la vez vivía en Punta del Este, una viuda adinerada clienta solitaria que me doblaba la edad y que conversaba mucho conmigo, comenzó a entregarme cada mañana una carta. Cuando la abría, ya al acostarme cansado del trabajo, abría la misiva y un olor a Jazmín impregnaba toda la hoja con poemas de Delmira Agustini. Yo los guardaba y los dejaba para leerlos en otro momento. Así durmieron en mis cajones de libros hasta que les llego su momento años después: como una rosa en su capullo esperando la luz para abrir sus pétalos, así esperaba Delmira Agustini para cautivarme con sus versos. Delmira Agustini mujer bella, de quietos ojos azules, andar pausado, adentrada en sus pensamientos pero con un corazón de pura lava que ningún hombre podía poseer. Fue una poeta del modernismo latinoamericano quien se carteaba con Rubén Darío y cuya poesía erótica, sensual, a veces algo sáfica, escandalizó a la sociedad pacata de la época. Me recuerda a Greta Garbo en Las Damas de las Camelias, que entre el frufrú de las sedas de sus vestido negro adhería su pelvis a la pelvis del galán, alejaba su glorioso busto del pecho del hombre y volteaba su cuello con su divino rostro alejándose de un posible beso que pronosticaba que se acercaba. Entonces hablaba, con las manos sujetando los hombres del amante de “ser libre cuando la muerte se avecinara” Padecía de una Tisis galopante. O la Carmen de Prospere Merimet que se dejó acuchillar por un antiguo oficial que había sido su amante y morir con orgullo de mujer, altiva y apasionada pero de corazón libre como el de Delmira Agustini. O Virginia Wolf la escritora inglesa de mente esquizoide, que escuchaba voces mientras su pluma se deslizaba y deslizaba hoja tras hoja, en escritos que revolucionaron la escritura inglesa. La película “Las Horas”, conmovedora y trágica, presenta los últimos momentos de su vida en que colocándose piedras en los bolsillos se adentra en un rio hasta ahogarse. Quedan sus escritos, donde juega con el tiempo y una introspección casi freudiana donde no faltan las alusiones lésbicas. Delmira Agustini perteneció a una familia acomodada, descendiente SIGUE LEYENDO EN

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