Mientras
 tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse 
unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus 
discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la 
hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto
 que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la 
oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en
 las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las 
casas.
"A ustedes, mis amigos, les digo: No tengan miedo de los que matan el cuerpo
 y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a 
ese. ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, 
Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus 
cabellos: no teman, porque valen más que cientos de gorriones."
 
Jesús dijo a sus discípulos:
Les
 aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres,
 el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que 
no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los 
ángeles de Dios.
Al
 que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero 
al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando
 los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, 
no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el 
Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir".
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